Nací un 14 de febrero de 1966, en una zona rural del suroeste del estado de Michoacán, en medio de la cultura del México machista, de la violencia institucionalizada y del deporte nacional –beber alcohol–, mi familia emigró al estado de Jalisco cuando yo tenía 1 año para trabajar en la industria maderera que proveía –en aquel momento– de materia prima a la Compañía Industrial de Atenquique. Crecí en medio del alcoholismo –institucionalizado– y las privaciones debidas a esta causa. En un campamento maderero estudié el primer año de primaria, luego emigramos a Ciudad Guzmán Jalisco y terminé hasta sexto año en la primaria Federal Francisco I. Madero. Cursé el siguiente nivel en la Escuela Secundaria Federal Benito Juárez, al terminar me enfrenté con las alternativas de estudiar en la Escuela Normal o en el Instituto Tecnológico de esta ciudad. El hecho de ser profesor no me llamó la atención y ante los apuros económicos por los que pasaba la familia decidí estudiar bachillerato tecnológico para aprender un oficio (Máquinas-Herramientas) y trabajar para ayudar a la familia.
Al terminar el bachillerato ya se veían venir las crisis económicas que durante 40 años –desde que recuerdo– han oprimido a este país, de tal modo que con las privaciones correspondientes continúe estudiando Ingeniería Mecánica, al terminar la ingeniería –21 años– inicié a trabajar como supervisor de mantenimiento mecánico en el molino de alambrón en la siderúrgica Lázaro Cárdenas “las truchas” en los límites del estado de Michoacán con Guerrero, desembocadura del “río Balsas”. Posteriormente trabajé en la minera “Peña Colorada” en Manzanillo y Minatitlán Colima, como analista de Vibraciones Mecánicas y como supervisor de mantenimiento.
A los 27 años perdí el brazo derecho en un accidente de trabajo y a los 28 años incursione en la docencia como profesor de matemáticas. Debo decir que la docencia ha significado un renacimiento en mi vida, me encanta ser profesor, creo que soy ingeniero por accidente y profesor por vocación, de alguna manera este escenario ha sido el de mis más grandes satisfacciones y ha significado, la oportunidad de rehacer mi vida, de ganarme de modo honesto y congruente el salario con el cual vivo, me ha permitido contribuir con mi esfuerzo a mejorar la sociedad y el estado del conocimiento de la matemática en mi región y en el país.
Reconozco múltiples motivos de satisfacción, entre otros, el gusto de la convivencia con mis alumnos todos los días, los logros académicos de mis alumnos en los diversos concursos de matemáticas, mis logros profesionales dentro de la docencia, publicaciones, ponencias, congresos, viajes, la posibilidad de ayudar a muchas personas, el saber que lo que hago tiene sentido y significado y es trascendente.
También debo decir que a 16 años de haberme iniciado en esta misión encuentro que es la que más desafíos me presenta, por ejemplo, puedo decir que experimento sentimientos de fracaso en la enseñanza de la matemática, que en algunas ocasiones me resulta difícil la convivencia con algunos de mis compañeros docentes, y que no he logrado que los comentarios negativos respecto a mi persona, no me hagan sentir mal, y no he logrado sustraerme de caer en el error y hacer algún comentario negativo, no he logrado realizar en mi comportamiento cotidiano la prueba de los tres filtros de Sócrates (Filtro de la verdad, Filtro de la bondad, Filtro de la utilidad), muchas veces nos enfrascamos en discusiones inútiles, -sin respaldo de lo que decimos-, las cuales nos llevan a ninguna parte, creo que deberíamos hablar de cosas concretas y probadas para que los diálogos sean enriquecedores. Igual me siento frustrado por no poder ayudar como quisiera o como se merecen mis alumnos, tanto en lo académico como en lo personal.
De este modo transcurren mis esfuerzos por ser un buen profesor en este contexto que por azares de la vida hoy me toca compartir.
Eliseo Santoyo Teyes. En esta fría mañana de Enero de 2010.
viernes, 8 de enero de 2010
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En mis cuestionarios introspectivos veo mi necesidad de trascender, pero el dificil camino me viene al pensar cuál es el camino que nos lleve a la verdadera felicidad: en mi corta visión he llegado a plantearme que si nos dedicamos en hacer bien lo que nos toca, podremos facilitar un camino honesto que nos lleve a ser honestos con nosotros mismos y de esa manera tomar decisiones encaminadas a la plenitud; he querido ahondar más en este proceso y me hallo ya bastante atareado con esta prima...
ResponderEliminarCreo que sus esfuerzos en buscar ese equilibrio se han reflejado en la persona que percibo: Santoyo es un hombre de mis más altos respetos morales, profesionales y sobre todo un hombre de conciencia recta.